¿Para qué sirve tomar medidas si no todos se comprometen de una vez a cumplirlas y acabar así con la violencia en el fútbol? El claro ejemplo es lo que ocurrió el jueves en el estadio de Rosario Central. El árbitro Mauro Vigliano, con su proceder, les dio alas a los violentos que cada vez son más en las tribunas. Antes de que comenzara el encuentro, el arquero de Boca, Agustín Orión, sufrió un corte en el cuero cabelludo al ser alcanzado por un proyectil. Por televisión se pudo observar con claridad la sangre recorriéndole el rostro y el esfuerzo del médico del plantel “xeneize” para recuperarlo para que pudiera jugar el encuentro por la Copa Sudamericana.
Vigliano, como si nada hubiera pasado, permitió que el cotejo se disputara. Pareciera que el mensaje es que hay que esperar que alguien se muera para poner un freno. O lo que es peor aún, son tantos los incidentes, que hasta los mismos protagonistas del fútbol ya toman a la violencia como un hecho natural. Tristísimo.